La primera vez que vi a S era un bebé pequeñito con unos ojos inmensos dentro de los cuales se podía ver un mundo entero en ciernes.
Llegó en brazos de sus padres.
Sus miradas, llenas de preocupación e incertidumbre hablaban de una historia triste, precedida por episodios clínicos que no albergaban demasiadas esperanzas en cuanto al desarrollo vital de S. Pero aquellos ojos rebosantes de vida, aquella mirada inmensa e infinita se hizo paso dentro de la mía hasta llegar desde ese mismo momento al fondo de mi corazón.
Tiempo después, cuando el bebé pequeñito había florecido en una niña un poco más mayor, recibí un mensaje de So, su madre, para plantearme la posibilidad de empezar a trabajar con musicoterapia con la pequeña.
Ella no había adquirido todavía el lenguaje verbal y su conducta parecía desarrollarse dentro de una rutina bastante “caótica” y “desordenada”.
En los encuentros iniciales de toma de contacto me volqué fundamentalmente en observar minuciosamente este “desorden” aparente y enseguida vi que dentro de ese supuesto “caos” convivían múltiples indicios comunicativos y expresivos en perfecto orden. Solamente debían situarse convenientemente para S.
Enseguida me dispuse a planificar cuidadosamente la intervención y los pasos a seguir.
Tuve muy claro desde el principio que el objetivo fundamental era brindar a S un entorno que pudiese favorecer su apertura y relación con el mundo. Era necesario un ambiente que contribuyese a mostrarle que sus piezas podían encajar a la perfección en el complejo puzzle que se entramaba a su alrededor lleno de formas, sonidos y situaciones confusas e ininteligibles.
Al principio, nos pasábamos las sesiones danzando de un lado para otro, descubriendo y explorando juntas. Yo la acompañaba sin “intervenir”, observando y escuchando sus movimientos y sus interacciones con el medio. Sin juzgar. Simplemente llegaba al espacio, lo organizaba a mi manera y ella lo reconquistaba como quería. Me pareció fundamental desarrollar la intervención de dentro a fuera, es decir, siempre avanzar en la dirección que la pequeña requería, hacia sus pasiones e intereses y así fue y ha sido hasta ahora.
Poco a poco, la acción dejó de expandirse tanto hacia el exterior para pasar a realizarse sobre todo en el espacio delimitado como setting para la sesión.
Dentro de este espacio, empezó a surgir el feedback mutuo y la interacción mediante la utilización de ciertos elementos que favorecían el contacto corporal, la respiración y las sonoridades emitidas por ella experimentando con su boca haciéndose cada vez más consciente de sí misma, de su propio cuerpo y de sus propios recursos. Mediante su voz y su cuerpo, poco a poco iba consiguiendo comunicar al mundo lo que ella era.
En la musicoterapia de improvisación, el papel del musicoterapeuta es recoger todas y cada una de las propuestas sonoras, rítmicas, corporales y expresivas de la otra persona y situarlas dentro de un contexto terapéutico que contribuye a dar sentido a la expresión que surge de su interior. En mi caso, sin interpretación. Simplemente facilitando y acompañando esta apertura.
Y así mismo, recogiendo todas y cada una de sus propuestas, que poco a poco fue reconociendo como propias, las improvisaciones dieron paso a sonorizaciones más claras dentro de un contexto de comunicación a través del lenguaje corporal, el ritmo y la emisión de fonemas, vocales y consonantes que poco a poco comenzaron a tener cada vez más sentido. Cada vez más y más sentido. Hasta hoy.
Su musicalidad siempre ha sido la clave. Ella canta las palabras. Baila con su cuerpo, signando para comunicarse con el entorno. La música es su elemento, la llave para “hablar” con el mundo. Y al tiempo, ha aprendido a hacerlo cada vez mejor empleando los diferentes elementos existentes en el lenguaje musical, que son similares a los de cualquier idioma.
Para mi ha sido un regalo de la vida ver como poco a poco aquel bebe pequeñito de ojos inmensos ha logrado encontrar la manera de transmitir toda esa grandeza al mundo.
Así, desde ella misma, y de la mano de tres maravillosas personas que la acompañan, sigue recorriendo un camino de desarrollo interno que continúa creciendo a medida que los cuatro caminan. Porque ese sendero de baldosas amarillas se construye a cada paso, haciendo que la emoción de la aventura sea el viaje, donde quiera que nos lleve.
Desde aquí quiero dar las gracias a S, So, D, I, por permitirme compartir su historia.
El artículo que me inspiró para el post:
Destino oz: A nena que cantaba as palabras
Gracias a Olladas Paos por la preciosa foto de S con la guitarra.
Fermoso texto! Moi inspirador! Noraboa.
¡Fermosa Paula!
A inspiración tamén é mérito do entorno que estades ao meu redor ;)
Grazas por estar :)
Fermoso o que contas, como o contas e as nosas vivencias contigo. Non lembramos ese día en que te coñecimos e te perdices nos olmos de S, pero xa formas parte da nosa vida para sempre.
Vivencias gardadas como pequenos retellos no meu corazonciño.
Aínda que non o lembres non pasa nada, porque xa estabades ahí, aportándome coma sempre tanta sabiduría e impulso vital do que vai imparable cara diante.
Grazas por todo So.
:)
Mecago no autocorrector!!!!
Isto son cousas do directo ;)
O que importa é o contido :D
:*