Hoy os traigo al blog un drama estadounidense del 2014 escrito y dirigido por Damien Chazelle.
La trama se centra en Andrew Neiman (interpretado por Miles Teller, tambien músico en la vida real), un baterista de jazz de 19 años que cursa sus estudios en el conservatorio de musica Shaffer en New York, considerada (al menos en la ficción) una de las mejores escuelas del país. Andrew tiene talento y aspira a convertirse en un gran músico.
En medio de su andadura se cruza con el profesor y director de orquesta Terence Fletcher (el oscarizado J. K. Simmons, y músico a su vez, que por cierto interpreta un personaje que el director de la película creó en inspiración a su profesor de música), cuya exigencia para con sus alumnos resulta extrema llegando a fomentar de forma exagerada la competitividad y la excelencia, profiriendo profundas y violentas humillaciones tanto física como psíquica y emocionalmente a sus alumnos.
La película se presenta como el retrato de una obsesión. Como la sublimación total de la voluntad de una persona para conseguir el éxito en la vida, que de forma inconsciente le está arrebatando la autoestima y el amor, hacia sí mismo y hacia los demás.
Desde mi punto de vista podríamos analizar lo que sucede en la película desde varios ejes.
En primer lugar, Andrew proviene de una familia desestructurada. Vive con su padre, ya que su madre los dejó siendo él pequeño. Al parecer, el padre de Andrew es un escritor frustrado que no consiguió realizarse en su profesión. Le cuesta tener iniciativa y aunque apoya a su hijo, es perceptible la necesidad que éste tiene de un apoyo y seguridad que él no parece aportarle pero que sí encuentra en su profesor.
El resto de personas del núcleo familiar cercano no toman en serio la profesión que desea desempeñar Andrew. Indirectamente relegan el papel del músico a un plano menor infravalorando algo tan importante para él. Su padre lo apoya pero no se pronuncia a su favor, lo cual manifiesta una clara falta de seguridad hacia su hijo.
Andrew siente que su profesor es el único capaz de valorar y apoyar lo que hace y entra dentro de su dinámica de maltrato y violencia, llegando incluso a renunciar al amor (resulta incluso escalofriante la frialdad con la que, funcionando su relación, decide terminarla en base a la suposición de que en un futuro la chica será un escollo a la hora de desarrollar su carrera), a su familia, a su propia vida y aceptando pasar por situaciones sumamente extremas para alcanzar la “perfección técnica” exigida por Terence. La obsesión de ambos por el reconocimiento, la genialidad y el éxito los llevará a formar parte de un círculo vicioso y enfermizo.
Podemos ver en este caso como algo tan bello, humano e intuitivo como la música se convierte en una herramienta de sufrimiento en el camino hacia la “felicidad”. En el caso de Terence, no existen límites para alcanzar sus objetivos y no tiene el menor reparo en deshacerse y pasar por encima de lo que sea por llegar a lo que él considera una perfecta interpretación. Incluso podemos ver como después de rechazar y repudiar a Andrew, que ha llegado incluso a denunciarlo por sus métodos pedagógicos, se suma al carro cuando ve que alcanza musicalmente lo que él esperaba. Es en este momento cuando vemos claramente a Andrew que, aun habiendo sido víctima de los malos tratos de este profesor, vuelve al escenario en busca de su aprobación.
Puede que lo que vemos en la película resulte un tanto exagerado en comparación con la realidad. ¿O tal vez no? ¿Pensáis que es posible que se den situaciones similares en la actualidad? ¿Os habéis encontrado en una situación parecida? ¿Pensáis que el éxito requiere determinados sacrificios? ¿Qué es para vosotros el éxito?
Como siempre, recordaros que espero vuestros comentarios y opiniones, que me interesan un montón.
Hoy me despido con una recomendación literaria. “Cómo ser feliz si eres músico o tienes uno cerca”, escrito por Guillermo Dalia. Creo que no puede venir más a cuento.
Feliz semana!