Ser valiente es acudir a diario a un lugar a sabiendas de que no eres querido, a sabiendas de que no encajas, de que no hay cabida para tu manera de estar en este mundo, y aun así ir. ¿Acaso alguien piensa que puede existir mayor valentía que eso?.
Pero empecemos por el principio.
La raíz de este post surgió un día, trabajando con uno de los grupos en mi centro de musicoterapia.
Alguien me dijo que quería escuchar «Se buscan valientes» y estuvieron comentando algo sobre la canción.
Yo no sabía que ésta era la B.S.O de una campaña contra el acoso escolar. Estaba al tanto de que por aquellos días acababa de estrenarse un programa acerca de la misma temática. Hoy en día hacen realities de todo, y se me pasó desapercibido, pero si os soy sincera, al tratarse de una canción le puse más atención.
Al escucharla tuve muchos sentimientos encontrados y lo que se me vino al fuero interno se tradujo en:
«Yo no quiero ser valiente. Yo quiero ser libre».
Este problema es extrapolable a muchos otros que sufrimos. Como siempre, esos dramas son llamadas de atención. Heridas sangrantes que responden a un mal mucho más profundo. Pedimos valientes que defiendan a los débiles pero seguimos aceptando sin pudor que en este planeta haya seres humanos de tercera, de segunda y de primera. Seguimos aplaudiendo la competitividad y reforzando la fila de los listos y de los tontos. En definitiva, seguimos apoyando un sistema donde como dijo en su día Camilo José Cela «…el que resiste gana.»
¿Cómo pensamos que vamos a erradicar determinadas conductas en nuestra sociedad cuando en ningún momento nos planteamos que quizás ya está bien de considerar diferencias entre fuertes y débiles haciendo prevalecer que lo uno es mejor que lo otro?.
¿En serio la solución al problema concreto del acoso escolar es encontrar valientes que defiendan a los débiles?.
¿Qué clase de condescendencia es esta?.
Además, parece que las personas más “débiles” deben ser automáticamente tratadas como “víctimas” y debido a ello defendidas por otras personas más “fuertes”, que con su valentía han de solucionar sus papeletas.
En fin… perdonadme la expresión, pero me parece dantesco.
Porque, en efecto. Ninguna de las cosas que acabo de nombrar, ninguna campaña anti acoso sería necesaria, ni sería necesario escribir este artículo de convivir bajo un prisma social diferente.
Como os decía. Yo no quiero ser valiente. Quiero ser libre. Quiero nutrir a mi alrededor un universo de respeto, empatía, inteligencia emocional y comprensión. No quiero que ningún valiente interceda por mi ante ningún “matón”. Porque sencillamente no quiero que esas personas tengan cabida. Pero, ¿cómo evitarlo?.
Ahora quiero volver al primer párrafo de este post. ¿Os acordáis? Decía:
«Ser valiente es acudir a diario a un lugar a sabiendas de que no eres querido, a sabiendas de que no encajas, de que no hay cabida para tu manera de estar en este mundo, y aun así ir. Acaso alguien piensa que puede existir mayor valentía que eso?».
Y ahora quiero añadir algo. Se que os va a sorprender.
Aunque os parezca increíble, este contexto que acabo de describir, ahora y al principio, puede ser el escenario cotidiano tanto del acosado como el acosador. Porque ciertamente todo depende. Todos podemos llegar a ser ambos roles. Depende de cada vida, cada experiencia, cada sensación, cada caricia, cada desplante, cada sonrisa, cada abrazo, cada indiferencia… y un largo etc.
Porque sí. En esta partida no hay ganadores ni vencedores. No hay valientes y débiles. No hay víctimas ni verdugos. En esta partida perdemos todos. Todos somos víctimas y todos podemos llegar a ser verdugos. Y por supuesto, nadie maltrata porque sí, creedme. Todo pasa por una razón.
Y creo que a la sociedad en la que vivimos le faltan todavía unos cuantos episodios sobre educar para la libertad.
Sí, esa palabra que nos encanta pronunciar pero que conlleva una de las más grandes responsabilidades del mundo cuando llega. Por eso siempre es más sencillo imponer, sistematizar y aborregar. Y cuando todo se desmorona y se va de control, prohibición y paliativo.
Pienso que lo que debemos cultivar y buscar son personas que confíen, apoyen, aporten, amen, escuchen, comprendan, abracen, respeten, acaricien, besen, sonrían, sientan, lloren, hagan, decidan, se atrevan, cuestionen, y sobre todo que QUIERAN.
Que quieran formar parte de un mundo donde el arranque de valentía más grande sirva para poder vivir en la más plena y consciente libertad sin temor a hacer uso de ella en primera persona para elaborar un camino propio, auténtico, verdadero que nos permita realizarnos como personas individuales y como una sociedad más humanizada, plena y feliz.
Yo creo que lo más valiente que puede hacer una persona es atreverse a ser feliz. Tiene tela la cosa, pero en este contexto en que vivimos, ser capaz de convivir con el entorno en paz y con alegría es tremendamente complicado, y requiere tenerlos muy bien puestos.Vivimos en una sociedad muy enferma que necesita muchos cuidados y mucho amor para sanar; el lado bueno es que nos motiva a buscar con ahínco ese espacio de plenitud…, pero el lado malo son tantas cosas…