Estos días, indagando por el canal de TED me he topado de nuevo con un video muy ameno y divertido del 2014 de Anita Collins donde podemos ver cómo afecta la música a nuestro cerebro.
Es cierto que se produce una gran actividad cerebral cuando escuchamos música, e incluso mucha más cuando somos nosotros mismos quienes la producimos, ya sea mediante un instrumento musical o con nuestro propio cuerpo.
Pero, cuidado, debemos ser cautos y no confundir esto con el hecho de que toda la música pueda afectar positivamente a nuestra vida, ya que esto está condicionado por múltiples factores.
Hace tiempo os hablaba en otro post del Principio de ISO. Un término acuñado por uno de los precursores de la musicoterapia, el psiquiatra Rolando Bénenzon.
Esencialmente este principio describe nuestra historia o identidad sonoro/musical desde distintos planos de nuestra vida. Dicho de forma sencilla. Los efectos que puede producirnos una música u otra están directamente relacionados con nuestra experiencia sonora subjetiva.
Sí queridos lectores, a mi también me encantaría afirmar que la musicoterapia cura pero no puedo hacerlo.
Sí, yo soy la aguafiestas de esta reunión.
No puedo afirmar que la música cura, aunque me encantaría, pero sí que CUIDA, y empleada adecuadamente puede resultar muy beneficiosa para nuestra salud. Pero esto ya me lo habéis escuchado decir infinitas veces, ¿verdad?.
Aunque las investigaciones han avanzado mucho, lo cierto es que la neurocencia todavía está en pañales en cuanto a poder determinar qué tipo de música puede beneficiar a cada persona concreta.
Sabéis que me gusta mucho insistir en las diferencias que existen entre sentirse bien empleando música o utilizarla como herramienta terapéutica. Y es que estamos en la era de lo rápido, queremos resultados enseguida y queremos que nos digan que todo se solucionará e irá bien con remedios sencillos y veloces.
«Estimule a su hijo con videos de música clásica», «introduzca un aparato en su vagina y haga feliz y más inteligente a su bebé», «utilice esta música contra el estrés y relájese»…
Creo que no hace falta poner muchos más ejemplos para describir a lo que me refiero.
Como profesional observo cada día este tipo de cosas y me veo en la obligación moral de insistir en la necesidad de ser críticos y contrastar la información que nos llega, incluso desde este blog.
Sí, es cierto, la música moviliza partes de nuestro cerebro de forma asombrosa, ayuda a producir cambios a nivel orgánico, y puede resultar un bálsamo inigualable en nuestro peor día pero, por favor, no confundamos esto con un milagro «a mesa puesta».
Precisamente, en el caso de la música, lo que lo hace tan lento y complejo es esa «magia» de la subjetividad humana. Ningún individuo es igual a otro, y por eso no hay dos músicas iguales que afecten de la misma manera a la misma persona.
Tal vez algún día podamos celebrar que la neurociencia ha descubierto cuáles son las características musicales concretas para que esos movimientos cerebrales puedan ayudar a curar enfermedades, y yo pueda por fin decir que la musicoterapia cura, pero hasta entonces, sigamos trabajando con respeto, pensamiento crítico y sintámonos felices por haber llegado hasta aquí.
Sigamos aprendiendo, avanzando, cuestionando, debatiendo y disfrutando del camino.
Os dejo el video del que os hablaba más arriba ;)